viernes, 26 de agosto de 2011

Octavo capítulo: Últimos minutos no deseados.


La lluvia continuó el día siguiente, Abb ya había leído el libro en una noche, lo había vuelto a leer al día siguiente y ya tenía palabras escritas a fuego en su cerebro. “Y precisamente he venido para hablar con ella del matrimonio… Dime Julieta, hija mía, ¿tienes ganas de casarte?”
Desde que vivía en Generalitat no había comido mucho, estaba demasiado delgada. Y la ropa, que generalmente le quedaban perfectamente, le quedaba holgada. Demasiado.
Ese día, el último, se vistió con el peor conjunto, o el que menos le gustaba, que tenía. Prefería quedarse en ese hueco gris a ir a una casa llena de sonrientes personas. Ugh. Los pantalones le quedaban cortos, parecía que además de haber adelgazado, crecía. La remera, un amarillo que había pasado a ser un gris verduzco, le quedaba como si fuera una sabana. Y de la campera, mejor no describirla, basta decir con que era un rompevientos que alguna vez había pertenecido a su padre. Guardó el collar de su madre debajo de toda esa ropa. Ató su cabello con una desprolija coleta negra, dejando rizos colorados escapar para todas partes. Tapó su cabeza con un gorro gris tejido a mano. Listo, pensó, soy una persona desgraciada.
Después de que Leith dio el permiso de salir de las habitaciones, Abb salió. Sólo Respira. Se dirigió al despacho de la señorita Hopeless, ya sabía todo lo que tenía que hacer.  Respirando hondo y caminando en sentido contrario a todas las demás alumnas, fue hacía su nuevo destino.
Miró la puerta de madera. Suspiró. Del otro lado estarían ellos y su maleta que había quedado ahí desde ayer. La señorita Hopeless la besaría en la frente y daría un discurso aburrido mientras que los Williams sonreían de forma dulce y falsa.
Tomó el picaporte y abrió.
Del otro lado, nada de lo que imaginaba estaba pasando.

viernes, 29 de julio de 2011

Septimo capitulo: Sucesos de una tormenta.


Abb se pasaba la gran mayoría de la siguiente semana arrancando de raíces el césped descolorido del orfanato. Había terminado el libro, era demasiado corto y no le pareció algo de lo que acostumbraba a leer. Sabía que en dos días se iría de ahí, viviría en una ostentosa casa del estilo de la que era la de Evan, grande y todos los lujos. Lo que menos quería ella.
Las clases de este lugar eran no más que un repaso de lo que ya había estudiado en sus anteriores años, nada más interesante que la célula y de qué se compone. Nada más interesante. Así que Abb había terminado antes su examen del día para poder salir al patio y respirar, aunque era ese pesado aire que parecía que contenía plomo en cada átomo. Como siempre, el bosque no era más que verde y gris, ah, claro, el marrón muerto de los árboles. Aunque estaba segura que sus ojos la engañaban, a Abb le pareció percibir un destello verde loro detrás de un árbol muy seco.
Sabía que una vez adoptada recuperaría sus cosas, ya que las había confiscado la policía para investigar, si es que habían hecho algo. Nunca resolvían nada.  Una muerte los “podría cansar demasiado”.
Recordó su colección de libros sobre magia, seres fantásticos, deportes sobre escobas y por fin pudo sentir que quizá, algo volvería a la normalidad, volvería a pasar tardes de primavera en una hamaca en el fondo de una gran casa con un gran parque muy verde y imaginando un mundo alrededor suyo que quizá, solo quizá, era de ella. Solo suyo.
-         Niña - Jenna rompió su ensoñación-. Creemos, -tosió- creen, que deberías llevarte algo, como todas aquí. Debido a que no tuviste amigas en este periodo… y no podemos comprar nada… queremos que te quedes con este libro. – terminó.
Le daba un pequeño libro forrado en terciopelo, algo desgastado, pero hermoso, de un brillante color rojo escarlata con letras doradas, pulcras y delicadas, que rezaban “Romeo y Julieta”.
-Gracias – respondió Abb con hilo de voz, mientras en el libro caía una pequeña lágrima plateada.
Jenna se alejó, con su rodete castaño balanceándose por la angosta cabeza.
Debido a que siempre que tenía un libro en sus manos, Abb lo leía, comenzó…
¡Bum! Antes de poder leer más que ACTO PRIMERO, un relámpago centelló en el cielo. Las nubes se comenzaron a mover de lugar, cambiando de grises a negras. El bosque no era más que una boca de lobo, negra, un agujero negro, sin salida. Abb corrió, apenas se mojo, llegó a la puerta del comedor justo cuando un árbol, justo donde había estado ella sentada, caía.

Los mil y un perdones.

Yo había terminado el capítulo siguiente, pero mi computadora, la algo rebelde, se le ocurrió por eliminarme el archivo, por suerte, siempre llevo un extra en mi pen drive, pero tendré que volver a escribir el capitulo de nuevo.

¡Pronto!

viernes, 8 de julio de 2011

Carta a los anónimos....

La vida está llena de cosas por hacer, claro, una es divertirse. Una de mis diversiones es escribir, así pueden leer. Lamentablemente, desde el mes de Marzo que no he tenido suspiro con los exámenes. Mis vacaciones empiezan pronto, una semana. Serán dos semanas de trabajo en la corrección y desarrollo de esta abandonada historia. Lamento muchísimo que les moleste que no es te "a su disposición" pero yo también tengo una vida.

Gracias por seguir ahí.

lunes, 30 de mayo de 2011

Sexto Capitulo: Hopeless


Con dedicatoria; A pesar de todo, aún hay personas que me leen, para esas irritantes personitas que aún me leen, gracias.

Hopeless
Hizo sonar sus dedos y hundió su cabeza una vez más en la dura almohada gris. La luz blanca del sol que se entremetía en las nubes iluminaba lo suficiente la habitación, lo suficiente para comunicarle que no era hora de dormir. Podría dormir todo el día si lo quisiera, pero ya que le era imposible pegar los ojos por un poco más de diez minutos, lo único que hizo fue levantarse a regañadientes.
Tiró a la basura un papel con un dibujo fallido de unos intensos ojos azules. Corrió a un lado el viejo ejemplar de Los caminos de la libertad que, fue lo único que tenían para que ella se entretuviera en un lugar tan vacío.
Instituto – Orfanato – Generalitat. Abandone toda esperanza de ser adoptado. Este lugar alejado de la ciudad, gris y casi transparente a la vida humana, es el último lugar en que alguien vendría a adoptar a una adolecente de quince años. El bosque verde, si se puede definir como verde, rodeaba este pálido lugar.
    La angosta habitación tenia espacio para una cama cabina, una mesita ratona y una puerta en la otra punta que daba a un baño. Dio un salto cuando su compañera de habitación, Jenna, le pincho la nuca con la punta de la uña. Ay.
-         Estúpida niña de pelo rojo, no seas tontita. Hasta que la voz de Leith no retumbe, no te vayas.
Cierto. Jenna hacía parecer fácil llamar a la directora como una amiga.  La voz de Leith. Justo cuando creyó que ya era demasiado el aburrimiento en este lugar, la voz femenina y ya casi familiar tronó en las habitaciones:
-         ¡Arriba! Al comedor en diez minutos. – Un fuerte chirrido indicó que el altavoz estaba apagado.
-         Vamos punto rojo –masculló Jenna.
Un apropiado apodo para lo que era Abb en este lugar, todo el lugar  era gris, negro o blanco, todo. Y ella con su brillante y larga melena roja y sus ojos como luceros verdes, todo muy distinto a las chicas del Instituto. Ellas tenían ojos grises, apagados, y en pocos casos, como Jenna, marrones. Sus cabelleras eran una variedad del negro al marrón. La única rubia del lugar era Leith, la directora Hopeless, que irónico, esta mujer alberga más esperanza que cualquiera en este infierno. Leith es una mujer muy joven, unos veinte tantos, treinta  y pocos. Su silueta es estilizada, de una modelo, sus ojos caramelo no parecen a juego con su cabello rubio y tez pálida. Usa unos ridículos vestidos estilos Rachel Berry[1], aunque la mayoría de las veces le quedan perfectos. En definitivo, ella es muy hermosa.
Abb se puso en mismo vestido gris que venia usando desde que se mudo al orfanato, la camperita canguro que tenia desde años y el lujoso collar de su madre, era lo único que había guardado de aquella noche…

Cuando cruzo la puerta del dormitorio su padre estaba tendido a un costado de la cama doble, las sabanas blancas tenidas de rojo tapaban su cuerpo. Abb resbalo en sangre y se arrastro hasta llegar a su padre.
-         ¿Quién te hizo esto?- susurró.
Pero su padre la miraba de la misma forma que lo hacia cuando ella bailoteaba por la sala con un vestido amarillo patito. Con ternura, amor…
-         Te quiero- dijo en un murmuro, al tiempo que sus ojos grises se cerraban.

Abb sacudió la cabeza para sacarse de la cabeza el mal recuerdo. Tomo su cabello con las dos manos y lo anudó con una colita elástica negra. Repitió para si misma las palabras de autoayuda de siempre: Sólo Respira. Había encontrado la forma de hacerlo, tomarlo todo como si no fuera lo peor, que había gente con mayores problemas, aprendió a solo respirar y olvidar sus problemas. Lo aprendió de formas extrañas y hasta obsesivas, escribiéndolo con birome en su piel, escribiéndolo en cualquier lugar  y repitiéndoselo día a día.
 Al cruzar la pálida puerta, descubrió a la señorita Hopeless esperaba sentada en unos bancos que había por todo el pasillo. Levanto la vista y le sonrió a Abb.
-Hola Abigail – dijo en un susurro- ¿Cómo despertaste?
No respondió, se limito a seguir a Leith a su despacho. Separó los labios para decir algo, pero nada salió de sus labios, nada ni un “buenos días”. El pasillo terminaba en el a gran puerta de algarrobo. Pequeñas flores hermosas estaban talladas en ella. Una luz amarilla y un perfume a lavanda se escapaban del lugar.
Leith sonrió y susurró:
-Abb, te presento a los Williams.
Allí estaban, en su esplendor, todos brillantes y sonrientes, con el pelo llamando la atención, sí, los pelirrojos.



[1] Personaje de exitosa serie norteamericana, Glee.

sábado, 16 de abril de 2011

Quinto capitulo: En cualquier momento


No se volvió a hablar de tema en el resto del día, con nadie. Laura pregunto porque estaba tan malhumorada y Abb se lo relato todo hasta el mismísimo beso con Evan. Y las lágrimas volvieron, no duraron demasiado. Detrás de Laura apareció Marcia saludando muy entusiasta.
-Hola, chicas. El viernes haré mi fiesta. Mis padres saldrán toda la noche. ¡Las espero! – les entregó una tarjeta verde clara echa con papel reciclado. La regla de la fiesta era ir vestido de verde o tener algo verde.
-Tú por lo menos tienes tus ojos- mascullo Laura.
-Y tu tus hermosos vestidos…-suspiro Abb pensando el los hermosos vestidos que tiene Laura en su enorme placar de roble.
-Que te puedo prestar.

Después de la escuela fueron a la casa de Laura a probarse vestidos. Abb se probó todos los verdes que tenia, pero ninguno le gusto. Laura se puso, por casualidad, uno rojo que ilumino el rostro de Abb. Abb se lo probó, parecía hecho a medida. Su pelo caía por la espalda, el vestido llegaba hasta la rodilla y se movía por voluntad propia. Iba toda combinada de rojo y verde. Recordó que en su casa tenia algunas joyas que podrían usar.

Era viernes  y estaban, casi listas. Laura se puso un hermoso vestido verde, fruncido al frente, sin mangas y caída libre. Lucia muy bella. Pero Abb la opacaría. El vestido rojo le quedaba a la perfección, peino su cabello a un costado, y el detalle verde (a parte de sus ojos) fue un hermoso collar que le había regalado su madre hace tiempo. Para terminar Laura le puso una hebilla de brillantes falsos recogiendo el flequillo.
-Listo princesa. ¡Serás la reina de la fiesta! -  canturreo Laura.
-La plebeya querrás decir. Verás que Marcia lucirá despampanante.
-No más que tu – dice Laura mientras la voltea para que se vea en el espejo.
La expresión de Abb es inexplicable.  Se observo desde las pupilas de los ojos hasta los dedos de los pies. Estaba hermosa. 
-Y… ¿Ahora que piensas?- dijo Laura
-Que no soy yo- dijo Abb cortante. Las dos se echaron a reír.- Bueno, ya está, basta. Vámonos.
Bajaron las escaleras muy despacio con miedo a caerse por las escalinatas. Abb escribió en un papel, con letra dulce y prolija, que se iría a la fiesta en la casa del frente, cualquier cosa que necesitara, su padre, la llame al teléfono.
La casa estaba decorada de una forma muy similar al día anterior, nada más que esta vez las luces tenían forma de flores, de jazmines, la flor favorita de Abb. Cambiaban de color del verde al rojo, del rojo al verde, combinando con el vestido de Abb. Es extraño ya que no hay jazmines rojos y mucho menos verdes, estas lucecitas no tenían lógica.
-Hola-susurró alguien al oído de Abb. Evan.
-Hola…-dejo las palabras en el aire.
-¿Te gustan las luces? Marcia las pidió por ti.
¿Por ella? Abb lo miro y le dijo:
-¿Por mi? ¿Cómo? ¿Por qué lo haría?
-Porque son tus flores favoritas, porque te vestiste de estos colores, y  porque trata de que le agrades.
-Me agrada, es muy simpática. Pero… ¿Cómo sabes lo de mis flores favoritas? Nadie lo sabe, todos piensan que son las rosas.
Evan miró a un punto lejano por el hombro de Abb. Ella miro a esa dirección pero no vio nada. ¿Qué veía?
-Espera… aquí- murmuró Evan  y se fue hacia el punto que tanto observaba.
Abb se quedo esperando ahí, tan dura que Laura la miro con mala cara. Empezó a sentir frio, así que se fue al interior de la casa. Marcia la recibió con un cálido abrazo. Se había puesto un vestido blanco y negro, con cuello alto, en la cintura una cinta negra con un prolijo moño, su pelo estaba tan liso, tan impecable…
En la ventana noto un destello rojo que atrajo a Abb. Ahí estaban, la pareja de pelirrojos.  Su rostro se ilumino cuando la pareja le sonrió. Estaban donde Evan tanto miraba y entonces, él apareció. Bajaron de su auto y saludaron. Entraron a la casa como si fuera propia.
-¡Qué bonito!-chillo la mujer mientras toqueteaba el vestido de Marcia. Su voz era muy aguda, pero de algún modo relajante para Abb.
-Hola, soy Joen.-saludo el hombre con voz seca y ronca- ¿y tu?-dirigiéndose a Abb
-Abigail, Abb dígame.- contesto ella, extendiendo una mano.- Y ella es Laura.-dijo acercando a su amiga.
Ellos pasaban a avisar que se iban, y venían a saludar. Pero claro, no encontraron a los padres de Evan y Marcia, encontraron una fiesta de adolecentes raramente tranquilos.
Entre una risa nerviosa la mujer espetó:
-Tranquilitas niñas, secreto guardado…Esta fiesta no sucedió nunca.- Abb respondió con una sonrisa vacía- ¡Ay! ¡Qué inútil!-chillo- No me he presentado, soy Isabel.
-Un placer-murmuró Abb.
Paso la noche sentada al borde del sillón mirando por la ventana. La gente iba y venia, bailaban, parloteaban y peleaban. Todos, la mayoría, alago la decoración de Marcia. Entonces Abb recordó lo de las flores. Llamo a Marcia y le preguntó:
-¿Porqué los jazmines? ¿Cómo sabes que son mis favoritos?
-Te vi, el tu casa los acariciabas y los olías, no te culpo, tienen el más exquisito perfume, aunque soy de las de las rosas.
Lo recordó, lo hacia cada mañana y tarde. El dulce aroma de los jazmines la relajaba y la hacia viajar a la Dimensión Abb. Para luego enfrentarse a lo siguiente. Pero desde la llegada de los hermanos Dover todo cambió no todo era como antes y ahora era mejor, algo, aunque las cosas se habían enloquecido y Abb estaba demasiado tranquila, su hermano estaba muerto y ella actuaba como si nada.
Miró la hora y se acerco a Laura, estaba hablando con Matt.
-Hey, chicos, me voy-dijo Abb.
-Vamos, te acompañamos-dijo Laura.
Ahí apareció Evan con un jazmín blanco y reluciente.
-Mmm… ¿Qué esto?-dijo, sonrojada, Abb.
-Nada… ¿Adonde van?
-A mi casa, nos vamos. Dile a Marcia que es una preciosa fiesta y todo fue perfecto. Nos vemos-susurró.
Presiono el hombro de Matt, que estaba entretenido presumiendo su nuevo videojuego, y le señalo la puerta. Apretó con más fuerza su hombro para que parara de hablar, pero parecía que él estaba decido a ignorarla.  Laura hizo un intento, y funciono.

Luego de saludar a su amigo, Laura y Abb entraron con paso sigiloso suponiendo que su padre estaría durmiendo. Una sola luz estaba encendida, en la parte superior de las escaleras. Prendió las luces del pequeño hall y vio unas marcas en los escalones. Barro, ya seco.
-         Quédate aquí. – le susurró a Laura. 
 Era extraño, su padre nunca vendría manchado, mucho menos de tierra. Empezó a tener un mal presentimiento al ver manchas rojas, sangre. Manchas aun más grandes se notaban en dirección a la habitación de su padre.
-         ¡Papá! – chilló.
-         Abb… - murmuro una voz débil.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Cuarto capítulo; Los Pelirrojos.



Abb se miro al espejo durante un buen rato. Se miraba a los ojos, sus ojos verdes apagados demostraban la gran tristeza que sentía. Arrastro los pies a su habitación y se tumbó en la cama. Durmió durante horas y para cuando despertó era medianoche. Tanteo la pared hasta encontrar el interruptor de la luz. Se levanto aun con los ojos cerrados y parpadeo varias veces hasta acostumbrar a sus ojos a la luz. Se aseguro de que su padre estaba dormido  y  bajo lentamente las escaleras. Se puso a cocinar en silencio, su estomago rugía. Detrás de ella escucho un suave sonido, miro a su alrededor y no había nada. Llevo la comida a su habitación y se sentó a comer. La ventana estaba abierta de par en par aunque ella no recordaba haberla abierto.  Pensó que tal vez la abrió su padre para que así pudiera oler el dulzón aroma a tierra mojada que tanto amaba. Se acerco a la ventana a respirar el aire fresco y lento. Le llamo muchísimo la atención ver que la casa de los Dover estaba iluminada completamente. Sus plantas, fuentes, puertas, ventanas e incluso auto, estaban repletas de lucecitas multicolores.  Un cartel en la entrada decía:
BIENVENIDOS
Pero lo extraño era que no había música y mucho menos personas bailando, ni siquiera moviéndose. Las personas estaban mirando por las ventanas, toqueteando las platas y algunos miraban a Abb a los ojos.  Todos eran tan similares a Evan, el pelo, los ojos que brillaban con ese tono verde escandaloso, hasta en la forma del cuerpo eran similares. Las mujeres con el pelo oscuro se juntaban y parloteaban de una forma extraña. Todos iguales, excepto una pareja, sus ojos no eran tan llamativos y su pelo era rojizo, como el de Abb. La miraban con una nota de ternura en su mirada, ella se quedo petrificada por los similares que eran esos seres a ella. Sus miradas se cruzaron hasta que alguien sacudió el hombro de la mujer, Marcia.  Dedico una mirada a Abb, y le saludo con la mano. Marcia lucia un vestido verde que le pasaba unos centímetros la rodilla, una trenza, adornada con hojas falsas, apoyada en su hombro. Estaba realmente hermosa. Pero llego Evan y la opaco. Iba vestido completamente de negro, lo único que resaltaba eran sus ojos. Miró a Abb durante diez segundos y retiro su mirada. Dirigió a los pelirrojos  dentro de la casa.

Abb no durmió en casi toda la noche, puede que solo una o dos horas.  Se levanto a la fuerza y su mañana no fue muy diferente a la anterior. Esta vez recogió a Laura para ir al colegio. A llegar estaciono en el mismo lugar que el día anterior. Al bajar Evan estacionaba su auto. Abb siguió de largo, pero Evan la siguió hasta la entrada.
-Hola- murmuró.
-Hola-masculló Abb.
-¿Cómo estas?-preguntó Evan.
-¿Cómo quieres que este? Mejor que ayer, quizá. Peor que mañana, seguro.
-Oye…-suspiró Evan.
-Nada-dijo Abb- Nada, no hables. No vale la pena ¿Sabes? Nada me sacara de la depresión, se murió mi hermano, la persona a quién más quería. El estuvo siempre, y ahora no esta. No hay nada que cambie mi cabeza de lugar. Nada que me haga dejar de pensar en lo que no quiero pensar.
-Bueno, no hare nada para cambiar lo que piensas. Pero, ¿puedo hablarte? Quizá te distraiga, no sé quizá quieras saber quienes eran esas personas que te miraban ayer.- Abb recordó a los pelirrojos, sus miradas y la sensación de reconocimiento que sintió al verlos, ¿Ellos? Sí seguro se refería a ellos- Sí los pelirrojos, ellos.
Resulto que eran algún tipo de familiares lejanos a ellos. Que casualmente vinieron de vacaciones y supieron que sus familiares se habían mudado por la zona. Cuando se contactaron los invitaron a su fiesta.
-Te miraban, -dijo Evan mientras entraban a la clase- porque tu casa les recuerda a su antigua casa y tu con tu pelo rojizo y esos ojos les recuerdas a una hija que tuvieron.