No se volvió a hablar de tema en el resto del día, con nadie. Laura pregunto porque estaba tan malhumorada y Abb se lo relato todo hasta el mismísimo beso con Evan. Y las lágrimas volvieron, no duraron demasiado. Detrás de Laura apareció Marcia saludando muy entusiasta.
-Hola, chicas. El viernes haré mi fiesta. Mis padres saldrán toda la noche. ¡Las espero! – les entregó una tarjeta verde clara echa con papel reciclado. La regla de la fiesta era ir vestido de verde o tener algo verde.
-Tú por lo menos tienes tus ojos- mascullo Laura.
-Y tu tus hermosos vestidos…-suspiro Abb pensando el los hermosos vestidos que tiene Laura en su enorme placar de roble.
-Que te puedo prestar.
Después de la escuela fueron a la casa de Laura a probarse vestidos. Abb se probó todos los verdes que tenia, pero ninguno le gusto. Laura se puso, por casualidad, uno rojo que ilumino el rostro de Abb. Abb se lo probó, parecía hecho a medida. Su pelo caía por la espalda, el vestido llegaba hasta la rodilla y se movía por voluntad propia. Iba toda combinada de rojo y verde. Recordó que en su casa tenia algunas joyas que podrían usar.
Era viernes y estaban, casi listas. Laura se puso un hermoso vestido verde, fruncido al frente, sin mangas y caída libre. Lucia muy bella. Pero Abb la opacaría. El vestido rojo le quedaba a la perfección, peino su cabello a un costado, y el detalle verde (a parte de sus ojos) fue un hermoso collar que le había regalado su madre hace tiempo. Para terminar Laura le puso una hebilla de brillantes falsos recogiendo el flequillo.
-Listo princesa. ¡Serás la reina de la fiesta! - canturreo Laura.
-La plebeya querrás decir. Verás que Marcia lucirá despampanante.
-No más que tu – dice Laura mientras la voltea para que se vea en el espejo.
La expresión de Abb es inexplicable. Se observo desde las pupilas de los ojos hasta los dedos de los pies. Estaba hermosa.
-Y… ¿Ahora que piensas?- dijo Laura
-Que no soy yo- dijo Abb cortante. Las dos se echaron a reír.- Bueno, ya está, basta. Vámonos.
Bajaron las escaleras muy despacio con miedo a caerse por las escalinatas. Abb escribió en un papel, con letra dulce y prolija, que se iría a la fiesta en la casa del frente, cualquier cosa que necesitara, su padre, la llame al teléfono.
La casa estaba decorada de una forma muy similar al día anterior, nada más que esta vez las luces tenían forma de flores, de jazmines, la flor favorita de Abb. Cambiaban de color del verde al rojo, del rojo al verde, combinando con el vestido de Abb. Es extraño ya que no hay jazmines rojos y mucho menos verdes, estas lucecitas no tenían lógica.
-Hola-susurró alguien al oído de Abb. Evan.
-Hola…-dejo las palabras en el aire.
-¿Te gustan las luces? Marcia las pidió por ti.
¿Por ella? Abb lo miro y le dijo:
-¿Por mi? ¿Cómo? ¿Por qué lo haría?
-Porque son tus flores favoritas, porque te vestiste de estos colores, y porque trata de que le agrades.
-Me agrada, es muy simpática. Pero… ¿Cómo sabes lo de mis flores favoritas? Nadie lo sabe, todos piensan que son las rosas.
Evan miró a un punto lejano por el hombro de Abb. Ella miro a esa dirección pero no vio nada. ¿Qué veía?
-Espera… aquí- murmuró Evan y se fue hacia el punto que tanto observaba.
Abb se quedo esperando ahí, tan dura que Laura la miro con mala cara. Empezó a sentir frio, así que se fue al interior de la casa. Marcia la recibió con un cálido abrazo. Se había puesto un vestido blanco y negro, con cuello alto, en la cintura una cinta negra con un prolijo moño, su pelo estaba tan liso, tan impecable…
En la ventana noto un destello rojo que atrajo a Abb. Ahí estaban, la pareja de pelirrojos. Su rostro se ilumino cuando la pareja le sonrió. Estaban donde Evan tanto miraba y entonces, él apareció. Bajaron de su auto y saludaron. Entraron a la casa como si fuera propia.
-¡Qué bonito!-chillo la mujer mientras toqueteaba el vestido de Marcia. Su voz era muy aguda, pero de algún modo relajante para Abb.
-Hola, soy Joen.-saludo el hombre con voz seca y ronca- ¿y tu?-dirigiéndose a Abb
-Abigail, Abb dígame.- contesto ella, extendiendo una mano.- Y ella es Laura.-dijo acercando a su amiga.
Ellos pasaban a avisar que se iban, y venían a saludar. Pero claro, no encontraron a los padres de Evan y Marcia, encontraron una fiesta de adolecentes raramente tranquilos.
Entre una risa nerviosa la mujer espetó:
-Tranquilitas niñas, secreto guardado…Esta fiesta no sucedió nunca.- Abb respondió con una sonrisa vacía- ¡Ay! ¡Qué inútil!-chillo- No me he presentado, soy Isabel.
-Un placer-murmuró Abb.
Paso la noche sentada al borde del sillón mirando por la ventana. La gente iba y venia, bailaban, parloteaban y peleaban. Todos, la mayoría, alago la decoración de Marcia. Entonces Abb recordó lo de las flores. Llamo a Marcia y le preguntó:
-¿Porqué los jazmines? ¿Cómo sabes que son mis favoritos?
-Te vi, el tu casa los acariciabas y los olías, no te culpo, tienen el más exquisito perfume, aunque soy de las de las rosas.
Lo recordó, lo hacia cada mañana y tarde. El dulce aroma de los jazmines la relajaba y la hacia viajar a la Dimensión Abb. Para luego enfrentarse a lo siguiente. Pero desde la llegada de los hermanos Dover todo cambió no todo era como antes y ahora era mejor, algo, aunque las cosas se habían enloquecido y Abb estaba demasiado tranquila, su hermano estaba muerto y ella actuaba como si nada.
Miró la hora y se acerco a Laura, estaba hablando con Matt.
-Hey, chicos, me voy-dijo Abb.
-Vamos, te acompañamos-dijo Laura.
Ahí apareció Evan con un jazmín blanco y reluciente.
-Mmm… ¿Qué esto?-dijo, sonrojada, Abb.
-Nada… ¿Adonde van?
-A mi casa, nos vamos. Dile a Marcia que es una preciosa fiesta y todo fue perfecto. Nos vemos-susurró.
Presiono el hombro de Matt, que estaba entretenido presumiendo su nuevo videojuego, y le señalo la puerta. Apretó con más fuerza su hombro para que parara de hablar, pero parecía que él estaba decido a ignorarla. Laura hizo un intento, y funciono.
Luego de saludar a su amigo, Laura y Abb entraron con paso sigiloso suponiendo que su padre estaría durmiendo. Una sola luz estaba encendida, en la parte superior de las escaleras. Prendió las luces del pequeño hall y vio unas marcas en los escalones. Barro, ya seco.
- Quédate aquí. – le susurró a Laura.
Era extraño, su padre nunca vendría manchado, mucho menos de tierra. Empezó a tener un mal presentimiento al ver manchas rojas, sangre. Manchas aun más grandes se notaban en dirección a la habitación de su padre.
- ¡Papá! – chilló.
- Abb… - murmuro una voz débil.