viernes, 29 de julio de 2011

Septimo capitulo: Sucesos de una tormenta.


Abb se pasaba la gran mayoría de la siguiente semana arrancando de raíces el césped descolorido del orfanato. Había terminado el libro, era demasiado corto y no le pareció algo de lo que acostumbraba a leer. Sabía que en dos días se iría de ahí, viviría en una ostentosa casa del estilo de la que era la de Evan, grande y todos los lujos. Lo que menos quería ella.
Las clases de este lugar eran no más que un repaso de lo que ya había estudiado en sus anteriores años, nada más interesante que la célula y de qué se compone. Nada más interesante. Así que Abb había terminado antes su examen del día para poder salir al patio y respirar, aunque era ese pesado aire que parecía que contenía plomo en cada átomo. Como siempre, el bosque no era más que verde y gris, ah, claro, el marrón muerto de los árboles. Aunque estaba segura que sus ojos la engañaban, a Abb le pareció percibir un destello verde loro detrás de un árbol muy seco.
Sabía que una vez adoptada recuperaría sus cosas, ya que las había confiscado la policía para investigar, si es que habían hecho algo. Nunca resolvían nada.  Una muerte los “podría cansar demasiado”.
Recordó su colección de libros sobre magia, seres fantásticos, deportes sobre escobas y por fin pudo sentir que quizá, algo volvería a la normalidad, volvería a pasar tardes de primavera en una hamaca en el fondo de una gran casa con un gran parque muy verde y imaginando un mundo alrededor suyo que quizá, solo quizá, era de ella. Solo suyo.
-         Niña - Jenna rompió su ensoñación-. Creemos, -tosió- creen, que deberías llevarte algo, como todas aquí. Debido a que no tuviste amigas en este periodo… y no podemos comprar nada… queremos que te quedes con este libro. – terminó.
Le daba un pequeño libro forrado en terciopelo, algo desgastado, pero hermoso, de un brillante color rojo escarlata con letras doradas, pulcras y delicadas, que rezaban “Romeo y Julieta”.
-Gracias – respondió Abb con hilo de voz, mientras en el libro caía una pequeña lágrima plateada.
Jenna se alejó, con su rodete castaño balanceándose por la angosta cabeza.
Debido a que siempre que tenía un libro en sus manos, Abb lo leía, comenzó…
¡Bum! Antes de poder leer más que ACTO PRIMERO, un relámpago centelló en el cielo. Las nubes se comenzaron a mover de lugar, cambiando de grises a negras. El bosque no era más que una boca de lobo, negra, un agujero negro, sin salida. Abb corrió, apenas se mojo, llegó a la puerta del comedor justo cuando un árbol, justo donde había estado ella sentada, caía.

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